Leandro es un hombre de sesenta y pico de años, multifacético, reconocido periodísta, conductor radial, escritor, artista, amante de sol y del aire libre. Nació en una casa con perros, gatos, loros, cotorras, gorriones, gallinas, con fondo y jardín. Siempre tuvo perros como mascotas.
Un día, caminando hacia su casa, lo llama un joven muchacho.
- ¡Don Leandro! ¡Don Leandro! , lo llama.
Leandro se da vuelta,
- Fabián, qué gusto verte, le dice. ¿ Qué te trae por acá?
Fabián es el hijo de su mejor amigo de la infancia.
- Don Leandro, le traigo de regalo este canario.
- No hijo, tú sabes muy bien que amo a las aves, pero, en libertad.
- Por favor acéptelo, no sabe volar, es de una generación que nació en cautiverio y si lo liberamos, vuela tan bajo, que hasta el gato se lo come.
- Ok, lo agradezco, y, lo llevo una semana a prueba, a ver si resisto verlo encerrado en una jaula.
- No se va a arrepentir, lo despertará cada día y le alegrará el día. Sólo tiene, cada tres días limpiar la bandeja, cambiar el agua y el alpiste.
Leandro tomó el regalo y lo llevó a su casa, su mujer y su hija festejaron el regalo y le compraron alpiste.
Al otro día a las seis de la mañana, comenzó el jolgorio, y, a la semana ya les había cambiado el humor a los miembros de la familia, todos estaban contentos y todos le hablaban al canario que llamaron Pipi.
Llegaron las vacaciones, se llevaron a los perros y dejaron a Pipi al cuidado de la hija.
A los dos días del regreso, la hija llama a los gritos al padre y le dice:
- Papi, mami vengan a ver a Pipi, está acostado de espalda en la jaula.
Cuando fueron a verlo, ser dieron cuenta que había muerto.
- Papí, mami, miren en el balcón, está lleno de loros y cotorras,
Eran alrededor de 8 aves que estaban presenciando la escena.
Leandro con su mujer, lo pusieron en una bolsa de nylon y se dispusieron a enterrarlo en una maceta del balcón. Cuando terminaron, las aves que vinieron a acompañar el duelo de Pipi se fueron. Lo raro de todo es que Leandro, vive en la gran ciudad donde no habitan ni loros , ni cotorras.
Congoja, llantos, tristeza empezó a reinar en la casa, Leandro fue a una veterinaria y compró otro canario, al que llamaron Pipito.
Nunca más lo dejaron, luego se iban de vacaciones con los dos perros y Pipito.
Puede ser un cuento, es una historia real, que la disfruten, especialmente, a los amantes de las mascotas.
Norma Soriano.-