Delfina caminaba plácidamente por la rambla, sus pensamientos la llevaban lejos, muy lejos en el tiempo.
…
Era una niña de siete años, sus padres la habían llevado a ella y a sus hermanos varones a la playa para que conozcan el mar. Llegaron alrededor del mediodía al hotel y no les alcanzaba las manos para sacar y ponerse los bañadores. El solcito estaba por demás de agradable. La familia en pleno llegó a la playa y se metió al mar, dejando que las olas frescas rompieran en sus cuerpos, aún calientes del viaje. Delfina jugó con sus hermanos en la arena, compitiendo quién hacía los castillos más bellos. Sus padres gozaban verlos juntos y felices…
Estos recuerdos le esbozaron una dulce sonrisa en esos labios que hacían mucho no sonreían.
Siguió caminando, vio un perro que se le acercó moviendo su cola, como si la conociera. Le acarició el lomo, y, cuando levantó la cabeza, había un hombre alto, joven, musculoso que la estaba mirando embelesado y le sonreía dulcemente. Cristián se llamaba, se presentó, la saludó extendiéndole la mano, y, el solo roce con su piel la estremeció. Caballerosamente, la invitó a tomar un café.
Café que se extendió por más de dos horas. Se citaron para el próximo día, la próxima semana, el próximo mes, el próximo año, la próxima vida. Fue un amor a primera vista. Fue el inicio de algo muy importante en la vida de ambos.
Se amaron como supieron y aprendieron juntos los secretos pasionales. Vivieron juntos, se casaron, tuvieron hijos. Cristián fue el responsable de que la sonrisa no se le borrara nunca más de los labios de Delfina, fue el responsable de la luminosidad de su dulce rostro.
Y, al caer la tarde de la vida, el ocaso los encontró tan enamorados como aquel día que se encontraron caminando por la rambla. Ya grandes rodeados de nietos siguen disfrutando de las tardes, juntos, sorprendiéndose de cada cosa que ven, una flor, una mariposa, un lunar que a alguno de los dos le salió en alguna parte del cuerpo.
Siempre hay un beso, hay una caricia, hay una dulce y cómplice mirada.
…Y, en la nostalgia, … en el recuerdo de su amor…
Corren al encuentro
cuan dulces adolescentes,
sonrisas frescas y gratas
endulzan y embellecen los rostros.
Brazos alrededor de los cuerpos,
metamorfosis de maravilloso engarce,
engranaje perfecto
de amor y pasión desmedida,
dejando atrás egoísmos y falsías.
Se perfila un claro presente,
es el gran desafío,
la de una entrega total y meritoria,
es la oportunidad del nuevo día.
Norma Soriano.-