jueves, 12 de febrero de 2009

Historia de un amor




Historia de Martita y Pedro
Martita, huérfana de pequeña, quedó al cuidado de su madrina “Loli”, así la llamaban a Doña Dolores Esteves, dueña del burdel más conocido de Ayacucho, pueblo de la provincia de Buenos Aires. La niña se crió en el fondo de la casa, con todas las comodidades. Pero ella se sentía diferente a todas las personas que visitaban a su madrina, dentro de sus proyectos estaba estudiar, ser una médica o algo así.
El destino le tenía preparada otra jugada.
Cuando cumplió 15 años, “Loli” vendió su virginidad a un político, asiduo visitante del burdel, que, cuando vio a la joven quedó impactado. A Martita le dijeron que pagarían buena plata que serviría para sus estudios. En realidad a la joven le dieron migajas.
Así comenzó otra vida para la adolescente, que sólo se ofrecía al mejor postor.
Pedro, de Gral Madariaga, de paso por el pueblo, visitó el burdel y pagó una buena suma por Martita. En realidad, esa noche no pasó nada, hablaron de sus proyectos, sus sueños. Y, sucedió lo inesperado, se enamoraron. Pedro viajaba todos los fines de semana para verla, para estar con ella. Martita tenía 18 años cuando quedó embarazada de Pedro. Doña Dolores la quería matar, volvió a recluirse en el fondo de la casa, pues la decisión estaba tomada, amaba a Pedro y tendría al hijo que llevaba en su vientre, fruto de un gran amor.
Así, nació Luis. Pedro la amaba cada vez más. Al año nacieron Javier y Miguel.
Pedro, que era capataz de un campo decidió ir a probar suerte a la gran ciudad. Entró a trabajar en el ferrocarril. Por la década del 50 ser ferroviario implicaba estar económicamente bien. Ya ubicado en una casa pequeña del sur del Gran Buenos Aires, teniendo Luis tres años y los mellizos dos, mandó a buscar a Martita y en Buenos Aires se casaron, iniciando una nueva vida juntos.
En la casa se respiraba alegría, armonía. La felicidad rondaba por doquier. Martita atendía a sus hijos y a su esposo con un amor sin igual, envidiado por vecinos y familiares de Pedro que ya habían empezado a mudarse a la gran ciudad en busca de nuevos horizontes.
Llevaba a sus hijos a la escuela, los acompañaba hasta el terrenito que había al lado de la capilla, para que jugaran a la pelota. Así, ella, se sentía más tranquila, pues sabía donde estaban sus hijos. Los estimuló para que siguieran estudiando, que tuvieran lo que ella tanto había deseado.
En 1974, Martita con tan sólo 48 años, luego de una corta y cruel enfermedad muere. Pedro no pudiendo superar su ausencia, a los 50 años, y dos meses más tarde, parte detrás de su amada, el corazón no resistió tanta angustia.
Luis con 30 años, Javier y Miguel de 29 años, tuvieron que aprender una nueva vida sin sus amados padres, pero con el ejemplo de amor que les habían dejado.
A los treinta y tantos se pusieron de novios y se fueron casando.
Hoy, Luis es jefe de una sección de una conocida casa de seguros. Javier es Tecnico Químico y Miguel es Contador, o sea que los tres cumplieron con el sueño de su madre.
Los tres se visitan muy a menudo con sus hijos y nietos.

2 comentarios:

Montserrat Llagostera Vilaró dijo...

Hola:Son las 15,10h.,aqui en Valencia(España)y he terminado de leer esta bonita historia de amor.
Recibe un gran abrazo de tu amiga.Montserrat

Higorca Gómez Carrasco dijo...

Es una bella historia, amor, simplemente amor, que hermosa palabra, que dulce suena al oído un te quiero, que maravillosa sensación un abrazo de la persona amada. Todos los días son para mi el día de los enamorados.
Un abrazo Higorca