Gustavo corría, corría. Parecía que alguien lo seguía. Estaba asustado, temeroso. Su corazón latía tan fuerte que parecía una locomotora. Timo, su perro, corría a la par de él, simplemente lo acompañaba, pues el canino no veía nada. Gustavo tenía 8 años, había estado juntando diferentes tipos de hojas en un montecito para su tarea de biología, justo al lado de un cementerio. Caía la tarde, las nubes oscuras no se hicieron esperar, cuando vio una luz muy fuerte que salía de ese lugar tan tenebroso e inhóspito. Juntó todo lo que pudo, y, comenzó a correr las 10 cuadras, casi desoladas, que lo separaban de su casa. Llegó colorado, agitado, provocando un lógico susto a su madre y a su hermanita. Trató de explicar lo ocurrido, cuando se dio cuenta que sólo tenía 2 hojas de todas las juntadas. Las otras las había perdido en la estampida. Gustavo, rompió en desolado llanto, no podría presentar su tarea. La madre lo consoló y lo ayudó, simplemente, cortando hojas de las plantas de su jardín para que el niño pudiera presentar al día siguiente lo solicitado por la maestra de ciencias naturales.
Este relato nos enseña que desde pequeños debemos aprender a pedir. Algo, que, a los adultos nos cuesta tanto.
Este relato nos enseña que desde pequeños debemos aprender a pedir. Algo, que, a los adultos nos cuesta tanto.
10 comentarios:
Un relatomuy bonito y muy humano...buena semana
abrazos
Marina
Un relato muy didáctico, Norma. Hay que enseñar a los niños que sean abiertos, que sepan pedir las cosas...
Y gracias, querida amiga, por tu magnífico comentario en mi blog. Me ha encantado.
Besos,
Luis.
Hola Norma:
Cuanta enseñanza hay en este relato.
Tienes razón las personas mayores a veces si supieran pedir se evitarían disgustos.
Un abrazo, Montserrat
Gracias Marina, te estaba extrañando. No publicaba, estaba tratando de fortalecer mi espíritu, las pérdidas siempre deprimen.
Abrazos y besos.
Gracias por tu comentario. Luis tienes un blog realmente maravilloso, nos haces viajar con él, la agradecida soy yo.
Besos querido amigo.
Gracias dulce Montse. Besos.
QUERIDA NORMA, A VECES ES TAN DIFÍCIL PEDIR¡¡
PERO COMO MAESTRA Y FORMADORA QUE ERES, TIENES RAZÓN, CONOCES A LOS NIÑOS, Y SABES EJERCER TU VOCACIÓN, EDUCAR.
TE ABRAZO SEÑORITA NORMA
Hola Normita, es cierto que a veces nos cuesta pedir ayuda, porque también nos cuesta delegar, tal vez no con la creencia de ser autosuficientes, sino pensando que uno molesta.
Hermosa entrada con un bonito mensaje.
Un abrazo
Ja ja ja me haces reir Abu, fui maestra de alma, de vocación, difícilmente podría dejar de enseñar.
Gracias por venir a mi casa virtual. Cariños.
Gracias Mabel, muy ciertas tus palabras, nos cuesta pedir, nos cuesta delegar. Tuve un cargo directivo y tuve que aprender a pedir y a delegar.
Gracias por estar. Besos.
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