Ayer, me he sentido nuevamente en la palma de la mano de Dios. Lo que me ocurrió me podría haber pasado otro día, pero , evidentemente, ya había sido establecido que sería el día de ayer, domingo de Pascua de Resurrección. Me he sentido en armonía, alegre, querida. y sentirse armonía, en los tiempos que vivimos, no es poco.
Te cuento, por la mañana, me levanté con ganas de visitar a Martina, mi sobrina. Nos aprestamos a recorrer los 35 kilómetros que nos separan y para allá fuímos. Cuánta alegría, cuánto equilibrio hay en esa casa. Nos recibieron los cuatro niños sonrientes y felices, los papis, los suegros y Enano, el labrador negro azabache.
Ofertas por doquier de quedarnos a comer, por qué se van?, por qué dan tantas vueltas para venir?, ...mami por qué no se queda la tía, decía Camila.
Enano, apenas uno llega te llena de besos con su cálida lengua o te toca con su patita delantera para que uno le haga un mimo, o, simplemente le diga algo.
Los niños que juegan en el parque en sus juegos y el perro que salta con ellos.
Todo es grato, parece salido de un cuento de la infancia.
Por la tardecita, a la hora en que cae el sol, sentada frente a mi ordenador, me apresto a revisar mis correos, y, salida de la nada, está Pirucha. Una vieja amiga, de la que fui maestra domicliaria y más tarde, fuimos compañeras de viaje, cuando nos fuimos a Oriente.
Realmente hacía bastante tiempo que no sabía nada de ella.
Es Licenciada en Psicología, Diseñadora de interiores y especialista en Fen Shui. Nos encontramos a través del chat. Bendita herramienta.
Piru, está contenta, plena, trabajando en los que ella se preparó. Ayuda a la gente, asesora, hace sanaciones.
¡Qué gran domingo!
Dejo un link, de mi amiga: