martes, 15 de julio de 2008

Un hombre,...una vida



La vida no les fue fácil a Samuel y a Sara, no estaban acostumbrados al trabajo del campo, la rutina de levantarse “antes de que cante el gallo”, cuidar los animales, ordeñar las vacas, arar la tierra, sembrar. Todas estas actividades eran manuales, no contaron desde el vamos, con todos los elementos de labranzas necesarios.
Los niños eran pequeños, pero ayudaban en todas las tareas, que sus edades y las horas libres le permitían.
Tanto Samuel como Sara eran muy exigentes con el colegio, Mateo, Judit y David tenían que caminar 3 kms a diario para ir a la escuela y otros tantos para volver, pero, el estudio era la base del futuro. Paralelamente en el hogar además de aprender el castellano, se hablaba el hebreo, el inglés y el francés. Lenguas, estas últimas, que hablaban en Europa y no querían que se perdieran.
Cada uno de los hijos tenía una actividad, recoger los huevos, dar de comer a las gallinas y a los cerdos, arrear algún animal que se escapó del corral, o, simplemente sembrar al voleo.
Sara, cocinaba en cantidad y ofrecía comidas, tortas u otras pastelerías, típicas, en los campos vecinos. La cuestión era hacerse de amigos.
Al poco tiempo, Samuel contrató campesinos para que lo ayudaran con los sembradíos y con la cosecha, y, les ayudaron con la construcción de la casa.
La casa era amplia, con tres dormitorios, una habitación que usaban de escritorio y biblioteca, un comedor enorme, un living con grandes sillones y una cocina casi tan grande como el comedor. En todos los cuartos había un hogar. Era una típica casa de campo, a dos aguas , con tejas coloniales, paredes de color blanco y una galería al frente, que ofrecía al visitante, una alegre recepción.
Para Samuel y Sara fueron tiempos difíciles, de mucho trabajo, pero eran felices. Vivían contentos, cantando, sus hijos crecían sanos y fuertes.
Cuando empezaron a contar sus ahorros, los invirtieron en maquinarias agrícolas. Samuel estaba siempre al tanto de lo último, y, dentro de sus posibilidades quería tenerlo. Todo era por el progreso. Su visión del futuro en pocos años dio sus frutos

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