sábado, 26 de julio de 2008

Un hombre,...una vida



Mateo Levit (II)

Zulma venía de una familia católica practicante, sabía que sus padres nunca aceptarían a Mateo, por ser judío. Su madre había planificado que debía casarse por iglesia. Todo un conflicto que no se lo perdonarían. Pero, el amor fue más fuerte. La joven se escapó de la casa y se fue a vivir con Mateo al departamento familiar. Cuando cumplió la mayoría de edad se casaron por civil.
No fue fácil al principio, en el estudio de arquitectura, Mateo, no podía seguir por el romance que había tenido con su socia. Así que, comenzó a enviar su currículum a todo tipo de empresas, nacionales e internacionales, inclusive haciendo contactos con las empresas de los países adonde había estado trabajando.
Ambos eran concientes, que sus familias no los ayudarían.
Zulma no terminó sus estudios, más bien se inclinó por el arte y empezó a fabricar piezas de cerámica, lo cual, le permitió ayudar a su amado esposo.
Se fueron a vivir a una casa en la zona norte del Gran Buenos Aires, frente a la plaza de San Isidro, donde Mateo, abrió un estudio y Zulma exponía y vendía sus piezas.
Pronto debieron contratar empleados, pues al llegar los niños, Zulma no podía estar tanto tiempo en el negocio.
Por trabajo, la familia viajó a Francia, Túnez, Israel y Australia.
Mateo se preocupó que sus hijos María Isabel y Marcos hablaran las lenguas que él dominaba, mientras que Zulma se ocupó de que amaran a todo y a todos.
Zulma aprendía fácilmente, llegó a hablar el francés, el inglés y a entender el hebreo. Además se hizo experta en cocinar los platos regionales de los países visitados.
Se instalaron, nuevamente, en San Isidro cuando los niños estaban en edad escolar. Sólo viajaba Mateo, cuando no podía delegar el trabajo en otro.
María Isabel, la hija mayor, apenas si terminó el secundario, no quiso seguir estudiando. Como tenía dominio de inglés y francés, su padre por conocimientos, la ubicó en una empresa, donde llegó a ser secretaria ejecutiva.
Marisa, como la llamaban sus amigos, hizo un buen trabajo, pues de tanto visitar a sus abuelos paternos en Entre Ríos y a sus abuelos maternos en San Martín, logró limar viejas asperezas, que mantenían aislada a las familias.
Logró formar una familia con un compañero de trabajo.
Marcos, el hijo menor, merece un capítulo aparte. También fue arquitecto y mantuvo frescas las inclinaciones artísticas heredadas de su madre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gusta mucho la personalidad de Mateo. Es valiente, fiel a sus convicciones. A pesar de todo, sigue hacia adelante, arremete contra los inconvenientes y así va forjando su destino. Además, es muy inteligente, tanto que supo encontrar a Zulma, su alter ego, la mujer ideal para acompañarlo en su búsqueda vital...
Pero, creo que esta historia, que empezó queriendo ser un cuento, ya se está convirtiendo en novela...
Aquí estoy esperando la próxima entrega! N.C.